Aletia Molina
Cuando Yeidckol Polevnsky entró en 2005 a la arena política nacional compitiendo bajo las siglas del PRD por la gubernatura del Edomex, que ganó Enrique Peña Nieto, lo primero que llamó la atención, fue su nombre. No el hecho de que, por sus dolorosas experiencias familiares, lo hubiera cambiado del de Citlali Ibáñez Camacho, sino el nombre por sí mismo: Yeidckol, que ella dijo en alguna entrevista que significa “Elegida de Dios”, pero que en realidad no existe: no es polaco, ni hebreo, o bíblico, simplemente no existe, o no existía antes de que ella se lo pusiera.
Polevnsky desde entonces destacó por tener una relación fluida con la realidad que planteaba su adorado López Obrador, su caudillo al estilo de su admirada dictadura cubana; hace días escribió en sus redes sociales una alabanza que no tiene parangón: “Con el presidente López Obrador todo, sin él, nada”.
Polevnsky, cuya lealtad le valió convertirse en la primera dirigente de Morena, se encuentra ahora en un atolladero: bajo sus órdenes, la Secretaría de Finanzas de Morena entregó, apenas el pasado invierno, 395 millones de pesos por obras fantasma a dos inmobiliarias ligadas a Enrique Borbolla García.
Los contratos incluían trabajos de remodelación, compra de equipo de cómputo y mantenimiento de los edificios. Las obras, ha señalado la nueva dirigencia tras una auditoría que inició el pasado 10 de junio, no existen y los beneficiarios forman parte de un entramado de empresas fachada, que recibieron el dinero por adelantado. El grupo de Ramírez Cuéllar busca que se procese a Polevnsky por daño patrimonial y lavado de dinero. La FGR ha confirmado la recepción de la denuncia, que será turnada a la Fiscalía Anticorrupción.
Aunque su problema, por supuesto, no es ése, sino el haberse aferrado a la dirigencia de Morena con insultos y amenazas hasta que los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial la obligaron a bajarse, y la nueva dirigencia, con la bendición del Presidente, parece estarle cobrando caro el zafarrancho.
Para su propio colmo, la cruzada anticorrupción del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador la alcanzó.
Polevnsky asevera que los contratos están en regla y se otorgaron después de un acuerdo del Comité Ejecutivo Nacional. “Todo esto es falso”, quiere zanjar la política, “han tratado de sacar la información de contexto, no existen empresas ni fachada ni fantasma”. Ella misma ha dicho que el dinero se obtuvo de un subejercicio de más de 300 millones de pesos durante su último año de gestión y que las obras no se han concluido porque “no se les ha permitido trabajar”.
El proceso de sucesión de Polevnsky estuvo marcado por las divisiones internas, en una pugna que se extendió más de un año y que parecía haber terminado cuando dejó formalmente la presidencia en marzo pasado. La dirigente acusó a Ramírez Cuéllar de querer manchar su imagen. “Se trata de ver cómo me quitan de en medio”, aseguró en alguna entrevista a El Universal. La pugna llegó al máximo tribunal electoral del país, que validó en febrero a su rival como presidente interino.
Ya desde mayo, Ramírez Cuéllar hizo señalamientos sobre la compra y alquiler de inmuebles del partido durante la gestión de Polevnsky, entre ellos una casona en la céntrica colonia Roma de Ciudad de México que fue la casa de campaña y de transición de López Obrador. La casa pertenecía a Jesús Hernández Torres, un colaborador cercano de Manuel Bartlett, actual titular de la Comisión Federal de Energía -la segunda empresa pública más grande del país- y señalado en la prensa por ocultar una fortuna millonaria en su declaración patrimonial. Bartlett fue absuelto a finales del año pasado. Polevnsky dijo que desconocía quién era el dueño de la casa y que “no tenía nada que ocultar”…
En la última década, Morena pasó de pelear por el registro a ser un partido compacto y dominante, que ha sumado políticos y apoyos de todo el espectro político siguiendo al liderazgo de López Obrador. La agrupación había convocado a elecciones internas el 5 de julio, pero se suspendieron por la crisis del coronavirus, alargando la agonía de sospechas y cuestionamientos entre sus propios militantes.
El caso Polevnsky, y todas las tapaderas que han figurado en la amplia corrupción que permea al partido gobernante, tienen la mira puesta en el control y el reparto de candidaturas rumbo a los comicios del próximo año, la primera elección federal que enfrentará Morena tras haberse situado en la cúpula del poder.
Lo que diga o no Polevnsky, lo que resulte de la denuncia tanto si procede como si no, son sòlo la muestra de que la granja está en problemas…
#AlCalce Morena, el Partido del Trabajo y el Verde Ecologista anunciaron que construirán un “frente unitario” hacia el 2021. A su vez afirmaron que en su momento, los órganos de dirección de los tres partidos decidirán las alianzas rumbo a los próximos procesos electorales. Además acordaron instalar una mesa de trabajo para construir este frente unitario y avanzar en la construcción de un acuerdo electoral “que les permita salir victoriosos en el 2021”.
@AletiaMolina
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