Teresa Gil
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La autora inglesa de novelas policiales Agatha Christie, ignorada por algunos de sus congéneres masculinos, creó en su obra una concepción clasista del crimen, porque en buena parte de su vida se movió en los niveles victorianos que la educaron. Pero ese aporte ratificó no obstante, la idea de que el crimen se da en todas partes, cuando hay condiciones humanas que lo propician. Ese proceder clasista no impidió que extendiera sus redes a todo tipo de personajes y se ensañó en crear criminales incluso en niveles que le debieron causar cierta inquina, como las llamadas damas de compañía, las enfermeras y las mujeres audaces que se dedicaban al crimen. El copioso aporte de más de 80 obras entre novela policial y romántica, relatos, cuentos, ensayos, obras de teatro, de radio, su propia autobiografía, etcétera, le permitió abarcar un sector amplio de personajes en los que no falta gente de la aristocracia, de la alta sociedad, científicos, hombres de talento, actores famosos, deportistas reconocidos, escritores, un mundo de criminales que actuaba en espacios paralelos de sus propias vidas, asesinando a parientes, esposos, ex esposas, etcétera, todo por cuatro o cinco razones, que para ella definían el sustratum de un crimen. En ese universo breve tuvieron relevancia la ambición por el dinero y el poder que es algo que hemos visto en México en las altas esferas de la política, el odio y el despecho amorosos, la búsqueda de una condición social apetecida y un amor tan intenso y enfermizo, para provocar la muerte, como sucede en su novela Némesis.
LA SOCIEDAD CREA A LOS CRIMINALES Y DE AHÍ SALTAN A LOS LIBROS
Los criminales son creados por las sociedades injustas. Y de acuerdo al tipo y desarrollo de esas sociedades es el tipo de criminal que aparece. Esas son verdades evidentes que los teóricos y especialistas ahondan con sus conocimientos. Pero un ser común puede comprobar en México con solo ver las noticias, que el crimen se instaló por un sistema de largas décadas que generó pobreza, desigualdad y corrupción. Algunos de los escritores de novela policial han sido estudiosos de la materia, investigadores, expertos en derecho incluso y han aplicado esos saberes a sus trabajos. Otros, llevados de la fantasía, han creado un mundo del crimen que se desarrolla en el medio en el que ellos conviven. Recuerdo a Luis Rogelio Nogueras, el poeta y escritor cubano que hablaba de su trabajo como creador de ficciones policiales, sobre la diferencia que existe en un país, como el suyo, donde el trabajo del investigador es en equipo, frente al trabajo individual del detective que crean y promueven los escritores del mundo capitalista, exacerbado en una penetración tal, que vence a las propias fuerzas de seguridad. En la Cuba actual no obstante, el escritor más famoso de ese género Leonardo Padura Fuentes, tiene un detective, Mario Conde, con características parecidas a las que hemos visto y leído en detectives de la novela negra estadounidense, sueca o de otros países y de los antiguos investigadores franceses que en parte dieron origen a la novela policial y sobre todo los ingleses. Todos giran en torno al individualismo de un tipo o varios, tan certeros y con tal perspicacia, que descubren los crímenes que un sistema completo no pudo descubrir. Modernos hay muchos, pero subsisten en buena parte de ellos, las mismas técnicas de discernimiento del crimen, aunque anualmente se deben realizar en el mundo multitud de encuentros para discutir nuevos avances; uno de ellos, famoso, es el de Gijón, que presidió hasta 2012, nuestro escritor y autor, actualmente director del Fondo de Cultura Económica, Paco Ignacio Taibo II.
AGATHA MILLER, HIZO FAMOSO EL APELLIDO CHRISTIE, DE QUIEN LA TRAICIONÓ
Decidí dedicar esta crónica a Agatha Christie, después de leer un interesante articulo que escribieron Raúl Criollo y Jorge Caballero en La Jornada, el pasado primero de julio, en el que discurren básicamente en la autobiografía de la inglesa. Y hacen mención a la que algunos consideran su mejor obra policial, El asesinato de Roger Ackroyd, pese a que según otros puntos de vista las hay superiores. En ese afán que tienen muchas mujeres aunque sean inteligentes, de ponerse el apellido del marido e ignorar los dos que les dieron sus padres, Agatha Christie asumió el apellido de su primer esposo el coronel Archibald Christie, que la traicionó con otra mujer. Famosa a nivel mundial, es una de las escritoras que más ha vendido libros y que es poco aceptada por el medio literario que ve en ella una narradora que no hace según dicen, literatura. La acusan de plagiar cuando en realidad ha recreado muchos libros y ha manejado textos de escritores famosos como Henry James, por ejemplo, en su novela Asesinato en el Nilo que recrea la obra del estadounidense, Las alas de la paloma. Hay temas muy atractivos en sus obras aunque sus orígenes sean ajenos, como también los hay muy farragosos; algunos que se explayan innecesariamente. Ella lo atribuye a la exigencia de los editores que la obligaban a ampliar el volumen de las obras.
MIS CRÍMENES CON LA SEÑORA MILLER, APUNTES DE NOVELA POLICIAL
Yo escribí el libro sobre Agatha en 2015, Mis crímenes con la señora Miller. Apuntes de Novela Policial, (Editorial Groppe, 68 páginas), con su propio apellido, diez breves capítulos en donde analizo a grandes rasgos las características principales de la escritora y me refiero a varias de sus obras. Como lo he hecho con varios escritores y poetas, he leído si no todos, buena parte de sus libros. De su vasta obra escogería seis o siete de ellos. En mi libro resalto a la par, la posición de otros escritores de novela policial y de novela negra, con bocetos breves, frente a la avalancha de autores, algunos con obras muy crecidas. Llevados por el egoísmo y quizá envidia de reconocer al menos el gran trabajo que desempeñó a lo largo de cerca de 50 años, y algunos aportes que hizo, le dedican a Agatha ¡solo unas líneas! de sus libros sobre el tema. En contraposición ha tenido decenas de biografías y análisis sobre su obra. Un tema que vale destacar y en el que da lecciones a esos críticos, es el de su solidaridad durante la Segunda Guerra Mundial, en la que no solo participó como voluntaria en hospitales, sino en laboratorios en los que además aprendió algunos de los conocimientos que aplica en sus novelas. Es mucho lo que se puede decir de esta escritora; a ella, que murió en 1976, le llevó 25 años escribir su propia autobiografía. Presentaría, pues, como conclusión, el final de la presentación de este libro:
“Por muchas razones, entre otras por su aporte creativo a lo que fue el período de oro de la novela policial clásica, Agatha Christie se sigue leyendo. Yo concluiría que hay un hilo común con esas grandes y pocas obras (de otros autores) que han sobrevivido, una fibra que se toca en el lector y que permanece como las verdades de razón de que hablaba Kant. No importa que se trate de autores y obras disímbolas y que algunas no sean consideradas obras literarias, ¿pero que es, finalmente, una obra literaria?”.
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