Teresa Gil
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Rafael, el arcángel de los enfermos, que debió celebrarse el 24 de octubre, sería de gran utilidad en estos momentos de pandemia incontrolable, pero el santoral católico lo remitió hace tiempo al 29 de septiembre. Apoderadas de la onomástica, las religiones siguen desparramando sus antiguos y nuevos nombres, algunos muy repetidos, pero han tenido y tienen una competencia, antes en los griegos y las culturas que los prosiguieron y ahora en la creatividad de los herejes y de las redes que en muchos casos es lo mismo. Eso de los nombres propios y comunes, es una parafernalia en la que ni siquiera hay que meterse al menos de que se trate de especialistas que pueden digerir tantas especialidades y disciplinas anexas. La contradicción en los nombres de personas y su verdadera forma de ser, siempre se ha señalado con sentido del humor, pero los de instituciones, organismos privados y partidos, entre otros, rebasan la humorística y se convierten en bromas ácidas o en simples mentiras, ratificadas por desgracia en un registro.
NOMBRES DE PARTIDOS QUE SON UNA ENTELEQUIA
Quizá algunas de los viejas agrupaciones políticas de allá del siglo XIX, tenían nominaciones reales porque representaban las corrientes en las que se movían. Ser liberal y conservador era tan acentuado, que todo se promovía en torno de esas posiciones. Había una que se llamaba Águila negra que no creo que encajara. Otros más adelante como los laborales y el comunista también coincidían en sus comportamientos en esos nombres. Pero los nombres posteriores crean ciertas dudas: partidos nacionales, revolucionarios, de acción nacional, socialistas , demócratas, sociales, convergentes, ciudadanos, fuerzas. Etc. Es absurdo por ejemplo que un partido se llame Movimiento ciudadano, cuando solo obtuvo el 1.7 de un padrón de cerca de 90 millones de ciudadanos, en 2018. O que el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) se llame así cuando los problemas ambientales del país aumentan cada día. Es, dicen algunos columnistas, el partido de las cuatro mentiras.
RAFAEL, ENVIADO DESDE EL CIELO PARA CURAR ENFERMOS Y PROTEGER AMORES
En la leyenda cristiana el arcángel Rafael tiene como connotación un origen humanístico. Su nombre pasa por muchas religiones y es muy similar en casi todos los idiomas. Deslumbra en el Rafael más famoso del mundo el de Sanzio, cuyo milagro de vida si bien se eternizó en el arte, no lo hizo en su existencia humana ya que solo vivió 37 años. La biblia se ocupa del arcángel en el libro de Tobías uno de los libros tardíos, que tiene pocas versiones. Rafael es enviado desde el cielo y se le pone a disposición del cristiano Tobías que vaga por los senderos y pueblos buscando a una mujer acorde a sus pretensiones. Mientras hace esa vigilancia y apoyo, el enviado divino cura a Tobit, padre de Tobías, de males similares a los producidos por el coronavirus, en los ojos. Lo hace con hiel de pescado. La escena del acompañamiento del arcángel a Tobías, ha sido reproducida infinidad de veces, la más famosa con Tiziano, en 1511. Curiosa es la actitud de un dios que pone sus ángeles al servicio para que sirvan a los humanos. Pasa con el suceso clásico del ángel en la visita de la anunciación. John Milton tuvo mucha tela de donde cortar en El paraíso perdido, a partir del viejo testamento. Rafael surge en ese libro clásico del inglés, exhortando a Adán y a Eva a obedecer a dios y para advertirles sobre las trampas de Satanás.
EL OTRO RAFAEL, EL DE LAMARTINE, EL NOMBRE DEL ROMANTICISMO
Sin competir con el de Sanzio al mismo de nivel de posteridad, el Rafael literario (editorial Renacimiento 2000 y Editorial Libra en su colección Púrpura en muchas ediciones), de Alfhonse Marie Louis de Lamartine, es el más famoso de la literatura romántica. Poeta, historiador y político nacido en 1790, Lamartine está considerado en Francia como el iniciador del romanticismo. Su novela es una historia muy reproducida en esa corriente, la de un joven que se enamora de una joven, Julia, que esta casada con un hombre viejo que la protege como una hija. Cuando este muere y los jóvenes piensan casarse, ella también muere. El desenlace trágico de siempre. Lamartine tiene en Meditaciones otro de sus libros famosos y según el escritor español Eduardo Berti que lo ha comprobado en varios panteones, muchos sepulcros tienen grabada en su tumba esta inscripción romántica del francés.
El libro de la vida es el libro supremo
que no podemos abrir ni cerrar a nuestro antojo
Querríamos volver a la pagina en que amamos
y la página en que nos morimos está ya en nuestros dedos,
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