FRANCISCO RODRÍGUEZ
La terca realidad enseña que primero es el ser y después la manera de ser. Esto lo sabe hasta un niño de teta. Primero es comer y sobrevivir, respirar en libertad y desarrollarse en plenitud, y después se adoptan las reglas de comportamiento. No se requiere ser un fanático del materialismo histórico, ni un chairo irredento para saberlo. Basta con observar el país en que se vive –o se sobrevive– para entenderlo completamente.
José Vasconcelos, un hombre ilustrado, pero divorciado de la realidad, fue destrozado por ésta como secretario de Educación Pública. Los cientos de miles de textos clásicos que mandó imprimir no sirvieron para nada, pues no tomó en cuenta que simplemente la inmensa mayoría del pueblo no sabía leer.
Una bola de farsantes, pública y notoriamente deshonestos, incurren en un error más grave: imprimen once millones de folletines con un Código de Ética — en vez de comprar vacunas para los niños y medicinas contra el cáncer– para ser leídos por un pueblo ancestralmente engañado, que requiere comer y respirar, antes de recibir bombardeos de honestidad valiente.
La grandeza política no se alcanza imprimiendo folletos ilegibles
Para leer este Código de Ética se necesita ser estoico, resistente a la náusea y al vómito, ser un ingenuo contumaz, además de ser un optimista desinformado, cualidades imposibles de cumplir al mismo tiempo.
Tragarse por enésima ocasión las ruedas de molino de las “mañaneras” como los desacreditados mitos de la felicidad, de la lucha contra el narco y la pobreza, del carácter incorruptible de cercanos, favoritos y familiares, de que toda la culpa de lo que sucede es de los neoliberales, de que se requiere el arrepentimiento y la redención, en lugar de cumplir la ley y pagar con la cárcel.
Creer que la grandeza política se puede aparentar en función de imprimir reglas de conducta que nada tienen que ver con la actual conducción de la patria, mientras se deja que un los hipócritas y traidores emboscados conviertan a México en una república de las cosas menores, gobernada por la vaciedad, la mentira y el resentimiento.
Si en verdad quiere ser ético… empiece por no fallarle al pueblo
La retórica tramposa del Tartufo de Palacio debe dar paso a la sensatez y a la escrupulosa obediencia de la ley. Para experimentos y fracasos ya no hay camino, ya no hay tiempo. La honestidad y el sentido común son un sano y compartido consenso sobre lo que se debe hacer bien, porque se tiene plena conciencia de lo que es.
Si se quiere en verdad ser ético tiene que empezarse por no fallarle al pueblo, no sustraer los recursos estratégicos, no fomentar la corrupción familiar, no violar todos los días la Constitución, no transar ni abdicar con los grandes delincuentes de la Nación, no recibir dinero a cambio de impunidad, no pretender reelegirse.
No fomentar sistemáticamente el peculado, no reírse de las desgracias ajenas, no complicitarse con el narcotráfico, no subestimar las masacres, no copiar los designios bolivarianos para pretender el despotismo y la dictadura. No provocar el hambre, no demoler las instituciones, no manipular a los jueces, a los magistrados y ministros para que se doblen a los caprichos.
No seque los presupuestos de lo esencial optando por lo insulso
Tampoco asumir actitudes entreguistas ante los verdugos extranjeros, no agacharse cuando sólo le están pidiendo que se siente, como en el caso del agua chihuahuense y morelense, no resistirse a reconocer el éxito electoral de los demócratas en EU, contra toda la tradición mexicana de no intervención.
No militarizar el país, ni suplir la ley por amañadas consultas insulsas a mano alzada para acostumbrar al ciudadano a someterse a ambiciones dictatoriales, no aceptar sobornos de asesinos ni chantajes de trasegadores, no hacer de las Fuerzas Armadas del pueblo caravanas de protección para los criminales.
No fabricar elecciones de Estado, no atentar contra la libre manifestación de las ideas, no secar los presupuestos de las actividades esenciales para dedicarlos a obras sin destino, no desproteger y no vaciar las fuentes de empleo, no manejar las pandemias para el lucimiento personal.
No crear milicias de mercenarios e incondicionales a partir de los grupos de gavilleros, no crear ejércitos paralelos desarmando a los ya existentes, no destrozar el Pacto Federal ni sustraer los dineros de los gobernadores adversos perjudicando el desarrollo de sus estados. No amenazar con la cárcel a los contendientes en las elecciones intermedias próximas.
No se rodee de colaboradores agachones, ñoños e inútiles
No ser refractario a los avances científicos ni a la investigación tecnológica, promover la cultura popular, no atacar derechos de las mujeres, no alentar el feminicidio ni constreñir a los habitantes a la pobreza, no defender la miseria ni condenarlos al hambre y a la estrechez como estilo de vida. No tenerle miedo al éxito ni al progreso individual y colectivo.
No encubrir familiares ni favoritos ni acusar sin pruebas, respetar la presunción de inocencia, los servicios profesionales de carrera, el carácter laico de la política, el decoro de la investidura presidencial, reducida a tiliches viejos y pantalones orinados.
No rodearse de colaboradores agachones e inútiles, no proteger la ignorancia, no consentir la simulación ni la sumisión por chantajes y sobornos, no apoyar a prestanombres, no proteger el coyotaje de los fruncionarios públicos en los bienes de primera necesidad, ni los negocios sucios a costa del Estado y de nuestros impuestos.
No alentar la contaminación rechazando las energías renovables, no gobernar con decretitos ñoños, sino en base a las leyes.
Este Código de Ética, falsario y retrechero como el régimen
La visión ranchera del Código de Ética lopezobradorista es falsaria, ladina y taimada a más no poder, elusiva de los grandes compromisos que adquiere un individuo al jurar cumplir y hacer cumplir la Constitución, al responsabilizarse a cuidar los derechos y las garantías de todo habitante de este país.
Pero si al mismo tiempo nos enteramos de que El Chencho Sandoval, actual titular de la Secretaría de la Defensa Nacional, fue ascendido a general de división, promocionado por Salvador Cienfuegos, e hicieron juntos trabajos ilegales para los capos del narcotráfico, ¡a otro perro con ese hueso!
¿Cómo quieren que los mexicanos creamos en ese Código de Ética, falsario y retrechero como el mismo régimen? Es demasiado, absolutamente demasiado para aguantar otro chapulinazo de esos. Con esto se la volaron.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: “Decía Maquiavelo que el gobernante necesita ser un maestro de la manipulación y de la seducción, y eso nos están haciendo. En México, quienes nos gobiernan conocen la manera de aplicar la peor versión del maquiavelismo –mentir y engañar, manipular y coartar, amenazar y desaparecer– con el fin de mantenerse en el poder a cualquier costo. Toda una gama de recursos desarrollados y perfeccionados a lo largo de muchos años. Los gobernantes siempre han sido la auténtica lacra que impide la correcta evolución social, política y cultural del país”, escribió Xabier F. Coronado en un texto titulado Ética y Política, Crónica de una tensa Convivencia, en el suplemento La Jornada Semanal, del diario del cual provienen la casi totalidad de los escribidores del folleto de marras, presentado por AMLO la semana anterior.
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