Francisco Gómez Maza
• ¿Por qué odia al presidente, señora? Porque me cae mal
• Les dije entonces: si gana AMLO no lo dejarán gobernar
Andrés Manuel López Obrador siempre ha sido el malquerido de la Derecha, cuyos amanuenses escriben y profieren denostaciones en su contra y ahora más, siendo el Presidente.
Todos sus detractores son integrantes de los grupos más conservadores de la política y del empresariado corporativo, liderados por los mismos intelectuales de la ideología goebeliana, periodistas de la prensa mercantilista que, en lo pasado, cuando el actual mandatario buscaba llegar a la primera magistratura con su proyecto de transformar al país, buscaban hacerlo pedazos.
Nada ha cambiado. Siguen haciendo la tarea encomendada por los ideólogos.
Lo más “amable” a que llegaban, cuando no lo satanizaban, o lo acusaban de todo lo malo, o lo hermanaban con Fidel Castro, o con Hugo Chávez, era ignorarlo, no entrevistarlo, no publicar información emanada de su movimiento democrático, O, como lo decretaron un buen día, lo tildaban de ser un peligro para México. No han cambiado de actitud. Y al periodista que se atreve a escribir la verdad en torno a la personalidad y actuación del tabasqueño lo señalan, lo anatematizan. López Obrador fue siempre despreciado y maltratado por los locutores de la empresa Televisa. Era (y seguirá siendo hasta el 2024) el enemigo común al que había que destruir, acusándolo de ocurrente, de tonto, de extremista, de izquierdista delirante, de comunista.
Los medios de prensa, convertidos en medios de propaganda de los grupos más retardatarios, salvo raras aves, nunca dejaron (ni dejarán) de intentar acabar con la buena fama del líder tabasqueño, tarea difícil porque el mandatario se cuidó y logró tener una gran aceptación entre las clases medias estudiosas, las clases medias trabajadoras y los sectores de los trabajadores, cuya inmensa mayoría votó por él en el 2018. Y este hecho es uno de los factores que ha atizado aún más el odio que sienten y expresan los integrantes de las corrientes de la extrema derecha.
La televisión comercial, en manos de los Azcárraga, jamás invitaba al tabasqueño a programa de información o de debate alguno, y menos a una entrevista de fondo y, si lo invitaba, en rara ocasión, sólo lo hacía para tratar de echarle encima a una jauría de locutores, que intentaban acorralarlo y dejarlo en evidencia. Aún ahora, los comentócratas de la televisión diariamente intentan convencer a sus audiencias de que López Obrador debía de ser enviado al infierno de Dante, porque no encaja en el modelo de político priista y panista, que comulga, y auspicia la corrupción histórica del modelo mexicano de los tres colores partidistas.
Los intelectuales de apellido Krauze, seguidos por algunos periodistas, lideraban (y aún se muestran como el cerebro de la oligárquica reacción) al grupo más reaccionario, más integrista, que tramaba y creaba campañas en contra de López Obrador, con la idea de liquidarlo políticamente, exactamente como lo pretenden lograr ahora que lleva poco más de dos años encabezando la Presidencia de la República. Alguien, inclusive, en los primeros días de esta presidencia, sugirió, en las telarañas sociales, eliminarlo. Sí. Matarlo.
El otro día, un delirante y vergonzante tránsfuga de la izquierda guerrillera escribió en una network: “alguien está destruyendo al país ahorita mismo, no casi ni en el pasado, con ocurrencias y caprichos pentontos”, así sin ninguna ortografía. Y sin ningún rubor. No imagino qué pasaba por su mente cuando andaba con un fusil en la mano, simulando que era de izquierda y guerrillero.
Y da pena ajena escuchar o leer “comentarios” contra el presidente, escritos con bilis en lugar de tinta, destilando odio, y generalmente un odio a muerte, en contra del tabasqueño.
Pero todo viene de aquellos años cuando la derecha, enquistada en los medios masivos de información y entretenimiento, como la televisión, y periódicos impresos financiados por grupos empresariales extremistas del estado de Nuevo León, principalmente, así como políticos del sistema heredado del pasado “revolucionario”, del PRI, y de su otrora contraparte, el Partido de Acción Nacional, se unían para intentar defenestrar al tabasqueño. Lo odiaban con todo su corazón.
Es histórico que, en las elecciones de 2006, las fuerzas de la derecha se confabularon para robarle el triunfo en las presidenciales, hecho reconocido por Felipe Calderón con aquel cínico “aiga sido como aiga sido”. Otro ícono de la extrema derecha, Vicente Fox Quesada, antes de aquellas elecciones robadas por Calderón, estuvo decidido a enjuiciarlo políticamente para sacarlo de la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal.
López Obrador contendió en las elecciones de 2012, que fueron ganadas por el hijo putativo de Carlos Salinas de Gortari, Enrique Peña, gracias a una serie de actos de corrupción como la compra de votos a través de monederos electrónicos de la cadena de supermercados Soriana y la financiera Monex, así como financiamientos multimillonarios otorgados por la brasileña Odebrecht, de la que la mayoría tiene antecedentes. Y todo, a la vista del “árbitro”…
Mientras, la gente del pueblo nunca se tragó las campañas de descrédito, que los intelectuales, los periodistas, los medios informativos corporativos de la derecha desplegaban, por años, sobre la buena fama de López Obrador.
Llegada la temporada electoral de 2017-2018, el tabasqueño se presentó y se registró como candidato de un partido denominado Movimiento de Regeneración Nacional y tanto era el cansancio popular con la corrupción del sistema político, que 30.000,000 ciudadanos votaron por él para presidente de la república. Algún admirador de FRENAAA diría que son 30 millones de tontos.
Lleva dos años 5 meses en la presidencia y los mismos que lo presentaron como un peligro para México son ahora los cabecillas de una subversión en su contra. López Obrador sólo ríe, como siempre, socarronamente. Como diciendo en su interior: me la persignan.
A algunos amigos de derecha se los advertí: van a vivir seis años de amargura. Mejor cálmense. Pero no entendieron. Mejor me retiraron el habla y la amistad. Un día le pregunté a una mujer con ínfulas de clasemediera: Por qué odia usted a López Obrador.
Y ella me respondió: Porque me cae mal.
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