Por Mouris Salloum George
Rusia ha decidido cortar el suministro de gas a Polonia y Bulgaria, cuyos gobiernos se habían negado a pagar en rablos, una condición impuesta por el gobierno ruso, tras los bloqueos y embargos de reservas monetarias rusas en Bancos Europeos.
Polonia importa la mitad del gas desde Rusia, mientras que el 90 % del gas que se consume en Bulgaria procede de ese país. Ahora, ambos países deberán buscar fuentes alternativas para seguir abasteciendo a la población y no depender del gas de Rusia, de todos modos, las dos naciones tendrían que padecer por la falta de suministros de gas que podrían verse obligadas a imponer restricciones y limitar el consumo de gas a las grandes industrias.
Rusia es el mayor productor de gas del mundo por delante de Irán, Qatar y los Estados Unidos. Eso supone una gran ventaja para el gobierno ruso, que utiliza la energía como arma política para presionar a otros países.
La Unión Europea importa aproximadamente el 40% del gas, el 27% del petróleo y el 46% del carbón de Rusia, según datos oficiales, esto implica una dependencia energética muy grande, por eso las autoridades de UE quieren reducir el consumo de energía de Rusia.
La crisis del gas ruso ha provocado un aumento en los precios de los combustibles, pero también tiene otras repercusiones económicas, la subida del precio de la gasolina, implica que el transporte de productos sea más caro, y como consecuencia el aumento generalizado en los costos de la vida en todo el mundo y eso provoca inflación que se disparó en más del 10%, en la mayoría de los países, lo que significa que los precios hoy son más caros que en la misma fecha del año anterior. Esto afecta el nivel y la calidad de vida de la población.
En México, en los últimos meses, los precios ya habían subido debido a diferentes factores como la pandemia de COVID-19, y esencialmente la guerra en Ucrania ha empeorado todavía más esta situación, así como en toda la urbe.
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