Pablo Cabañas Díaz.
Blas Galindo Dimas (1910-1993), se convirtió en una figura clave del nacionalismo mexicano al incorporar en sus composiciones de música sinfónica ritmos populares del más puro folclor indígena. Su exaltación nacionalista le llevó a componer piezas de gran belleza y exotismo, en las que introdujo el sonido de instrumentos nativos, como en Sones de mariachi, mientras que su célebre Son de la negra constituye una muestra brillante de esta búsqueda de la identidad en el terreno musical.
Considerado uno de los exponentes más relevantes del nacionalismo musical mexicano, el propio compositor revelaba en una entrevista realizada en 1992 y que aparece en el libro: “Visiones sonoras: entrevistas con compositores, solistas y directores”, que nunca se propuso hacer música nacionalista. “Si tiene ese lenguaje es porque así soy. Recuerdo que cuando escribí el Segundo concierto para piano y orquesta me propuse que no tuviera ningún elemento del folclor. Cuando José Kahn, a quien se lo dediqué, lo tocó en Nueva York, el crítico del New York Times escribió ‘la obra es mexicana por sus ritmos y por sus giros melódicos”.
Blas Galindo formó parte del Grupo de los Cuatro, con José Pablo Moncayo, Salvador Contreras y Daniel Ayala, agrupación que organizaba conciertos, donde interpretaban sus propias composiciones. A partir de 1940 el compositor dio vida a sus primeras obras para orquesta, como los ballets Entre sombras anda el fuego, cuya coreografía fue presentada por Ana Sokolov y Danza de las fuerzas vivas, presentada por Walden.
En 1941 cursó estudios en la Berkshire Academy de Massachussetts, en Estados Unidos, al lado del famoso compositor Aaron Copland y en 1942 ingresó como profesor al Conservatorio Nacional de Música, donde en 1947 fue nombrado director, puesto que desempeñó hasta 1961.A lo largo de su carrera, Blas Galindo defendió el matiz nacionalista que tenía un carácter novedoso dentro del panorama mundial de la música contemporánea de la época. Xochiquetzal Ruiz, autora del libro Blas Galindo: biografía, antología de textos y catálogo, menciona que Galindo “no era un músico improvisado, sino un compositor muy preocupado por las estructuras, por mantener una escritura clara, por la orquestación. No oía un son y lo transcribía. Son pocas sus obras en las que hay citas de la música tradicional; en algunas esta apenas se ve dibujada. En su amplio repertorio tiene muchas sin cita textual de la música tradicional, pero que conservan ese sabor y lenguaje que adoptó”.
Su contribución a la música mexicana y su celebridad le fueron reconocidas oficialmente, pues en 1947 se desempeñó como jefe del Departamento de Música de Bellas Artes, en 1949 formó parte del jurado del Cuarto Concurso Pianístico Federico Chopin, que se celebró en Polonia, y dirigió la Orquesta Sinfónica del Instituto Mexicano del Seguro Social entre 1961 y 1965.
Entre sus últimas obras se encuentran Homenaje a Rufino Tamayo (1987), Homenaje a Rodolfo Halffter(1989), Popocatépetl (1990) y Sonata (1991). En 1990, cuando cumplió los 80 años, se le hizo un concierto-homenaje a cargo del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y la Universidad de Guadalajara, y en 1992 obtuvo el Premio Interamericano de Cultura Gabriela Mistral. Fue miembro de la Academia de Artes, en cuya fundación había participado y recibió numerosos premios, como el Nacional de Artes y Ciencias (1964), el Premio Jalisco (1983), la Medalla Wolfgang Amadeus Mozart en 1991 y un año después el Premio Interamericano de Cultura de la Organización de Estados Americanos, entre muchos otros.
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