Carmen Lila Romero / CDMX
*El zarismo tarde a la carrera por el reparto continental.
*Este se produjo en la década de 1880 del siglo XIX.
*Un aventurero cosaco recibió el encargo de crearla.
*Historia del asentamiento ruso en el continente negro.
Durante la conferencia de Berlín (1884-85), Reino Unido, Francia, Holanda, Bélgica, España y Portugal se repartieron el continente africano dando de lado a países como Austria-Hungría, Suecia, Dinamarca, Italia, Turquía y al Imperio Ruso.
El jovencísimo estado de Italia protestó, consiguiendo la cesión de algunos territorios. Estados Unidos fueron invitados, pero solo estaban interesados en Liberia, un proyecto creado en 1822 para devolver esclavos africanos a su lugar de procedencia.
En cambio, Rusia no recibió ningún territorio en el inmenso continente. “Ya es lo suficientemente grande”, debieron de pensar las potencias europeas, que desconfiaban del gigante ruso, al que habían derrotado en la Guerra de Crimea (1853-1854). Pese a ello, hubo alguien que no se resignó a que Rusia careciese de territorios africanos.
Corría el año de 1888 cuando el ministro imperial ruso Konstantín Pbedodonóstsev proyectó el que una misión especial viajase a costas del Mar Rojo con la idea de que se estableciese una base colonial.
Conocía que el Imperio de Abisinia tenía como religión oficial el cristianismo oriental, por lo que quizás imaginó que los locales recibirían con los brazos abiertos a un grupo de colonos ortodoxos rusos.
Hacía falta alguien lo suficientemente aguerrido para emprender la tarea de fundar una colonia imperial rusa en el continente negro, así que, tras una breve búsqueda, se reclutó al aventurero Nikolái Achínov, un cosaco del Terek.
Este zarpó del puerto de Odessa en el barco Kornilov, que transportaba a 165 colonos, hombres mujeres y niños. 30 de ellos eran también cosacos, 12 eran cherquesos y el resto aventureros alistados en los alrededores de la ciudad portuaria. A bordo viajaban también 4 monjes, entre ellos uno llamado Paissi que había sido nombrado archimandrita.
Achínov convenció a los participantes asegurando que el sután de Tadjoura, Mohammed Loitah le había dejado en préstamo tierras en la región a la que se dirigían.
Los destinados a extender el imperio ruso, que en aquel entonces se extendía de Polonia hasta Alaska, por tierras africanas llegaron al puerto egipcio de Alejandría, embarcándose allí en el buque ruso Lázarev que les llevó hasta Port Said. Desde allí viajaron en el mercante austríaco Anfitrite, que el cosaco Achínov había alquilado para continuar el viaje hacia la tierra prometida.
Al desembarcar en una playa, los rusos celebraron el primer servicio religioso. Mientras pasaban sus primeros días en tierra africana, surgió el primer conflicto con los pobladores locales. Algunos cosacos robaron ganado a la tribu vecina de los Danakil, opuesta a los franceses.
También dispararon contra los locales cuando estos intentaron recuperar su ganado. Tras una queja del sultán de Tadjoura por lo sucedido, Achínov entregó a los Danakil 60 francos de plata como compensación, informando además el 20 de enero a Mohammed Loitah que el zar de Rusia se ofrecía a protegerles. Estas noticias llegaron a los franceses que se alarmaron.
Los rusos decidieron cambiar de ubicación y el 28 de enero de 1889 llegaron a un viejo fuerte egipcio abandonado en Sagallo, en las inmediaciones de del golfo de Adén, en el actual Yibuti.
Contactaron allí con los abisinios que los recibieron cordialmente y con los que acordaron enviar a un correo ruso a la capital abisinia. El emperador Juan IV recibió con agrado la noticia de la llegada de los rusos, pidiéndoles el establecimiento de una base militar, pues esperaba que los eslavos le ayudasen en su guerra contra los italianos
La colonia rusa era bastante simple, los monjes y los matrimonios cosacos ocuparon un blocao, mientras que el resto montó unas cuantas tiendas de campaña, incluyendo una en la que se realizaban los servicios religiosos y que fue bautizada como Iglesia de San Nicolás.
Pese a su sencillez, Achínov y los suyos bautizaron el de manera optimista el asentamiento como Nueva Moscú y crearon una bandera para el nuevo territorio. Combinaba la bandera rusa con una cruz de San Andrés amarilla.
Según The World at War, los inquietos cosacos reclamaron a Achínov el poder asaltar las rutas de caravanas que recorrían la zona. Este les entregó monedas de oro y plata para aplacar sus instintos guerreros y evitar males mayores.
Los franceses, que llevaban bastante tiempo asentados en Obock y que habían establecido en 1883 un protectorado que incluía la zona en la que los rusos habían ocupado, mostraron rápidamente su desacuerdo con la existencia de Nueva Moscú.
Achínov intentó tranquilizar a los franceses, ofreciendo izar la bandera designada para la colonia junto con la bandera francesa. Sin embargo, al llegar a París las noticias de la presencia rusa en la zona, el gobierno francés ordenó que se les desarmase y desalojase.
Al mismo tiempo se estableció contacto con las autoridades del Imperio Ruso desde la capital francesa, exigiendo explicaciones sobre la presencia de aquellos cosacos en territorio bajo control galo.
El embajador ruso en París explicó que Achínov no era “enviado oficial de Rusia”, por lo que dejaba a este y a sus colonos al albur de Francia.
El 16 de febrero se presentaron frente a Sagallo dos cañoneros franceses, el Seignelay y el Primauguet además del Météore y el Pingouin, al mando del comandante Jean Baptiste Olry. Los barcos transportaban tropas galas.
Se exigió a Achínov que su grupo dejase todas sus armas en las playas y se embarcasen inmediatamente para ser transportados a Obock e iniciar el retorno a Rusia.
Achínov rehusó la orden (o no la entendió, según algunos) y los buques franceses dispararon 16 cañonazos contra el enclave, dejando a 8 cosacos muertos y 22 heridos. Achínov no pudo hacer otra cosa que capitular izando una camisa blanca a modo de bandera.
Las tropas francesas desembarcaron de inmediato. Para la tarde, los supervivientes rusos estaban embarcados. Sobre las arenas de la playa quedaban 50 rifles y algunas ametralladoras que no había servido para salvar a Nueva Moscú.
Los rusos fueron llevados hasta Obock, para ser deportados días después a Odessa a bordo del buque Zabikaia.
Al conocerse lo ocurrido en Sagallo, el gobierno ruso rechazó toda relación con Achínov y sus hombres. El zar Alejandro III no deseaba buscarse problemas con Francia, que estaba a punto de realizar a través de sus bancos un importante préstamo al gobierno de Rusia.
El zar prohibió a la prensa oficial del país tratar el “asunto de Sagallo” o entrevistar a alguno de los repatriados. Achínov fue acusado de piratería y desobediencia al zar. Achínov fue internado por el gobierno ruso durante algunos meses, hasta octubre de 1899. En 1891, regresó a Abisinia.
Imaginemos que Nueva Moscú se hubiese afianzado en la costa de Yibuti a pesar de los franceses, que no hubiese obtenido la independencia en el tratado de Brest-Litovsk por el que el Imperio Ruso perdió territorios como Finlandia o las repúblicas Bálticas, o que se las tropas soviéticas allí asentadas hubiesen rechazado a las italianas de Mussolini durante la Gran Guerra Patriótica.
¿Cómo sería Sagallo hoy en día? Seguramente sería una especie de Gibraltar ruso, uno de los puertos más importantes para la Marina Rusa, que lucharía activamente desde allí contra la piratería en el Índico. Al mismo tiempo, sería un importante centro turístico donde los rusos practicarían submarinismo para disfrutar de sus corales y nadar junto a los exóticos dugongos.
Además, sus perlas estarían cotizadísimas entre los nuevos ricos rusos. En la plaza central de la ciudad, yibutíes y militares y turistas rusos se sacarían selfies junto a la estatua de Nikolái Achínov, aquel cosaco al que acusaban de loco y que conquistó un pedazo de África para Rusia.
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