En los años cuarenta el barrio estaba lleno de ropavejeros, conocidos como “ayateros”, “carreros” o “cambiadores”.
Empero, para los poetas del “Arte Acá”, Tepito es un barrio de toros, toribios y güeyes; de cabrones y “chivas”, de ñeros y de gandules, de religión y brujería, de bendiciones y maldiciones, de verdad y de mentira, de fintas y golpes bajos, de líderes cabales y otros que son “piojos”, de ñeros ratas y de polis siempre más ratas.