Por Carlos Galguera Roiz
Algunas, actuales, inquietudes religiosas católicas las veo encuadradas – o encuadrables – en esta especie de “Parábola”, que escribí hace mucho tiempo, no encuentro ahora su original, pero te mando, más o menos, mi actual traducción…
EL RIO
Era un rio enorme, caudaloso, a veces rugiente, profundidad indefinida, inquietante…en el que casi no se podían adivinar sus orillas.
Parecía un paisaje eterno, de movimientos indescifrables…; en un momento de su misteriosa Historia, unos peregrinos dieron con esta fantástica explosión de vida, se acercaron con cautela a sus orillas, bebieron de un agua deliciosa, extraordinariamente cristalina, maravillosamente purificadora.
Así se inició la conexión humana con el formidable torrente de agua, la comunidad inicial creció, se fueron expandiendo a través de los cauces de este Rio, que parecía no tener principio ni fin…
Los nuevos habitantes que fueron surgiendo, ampliaron sus ocupaciones, todo parecía ir bien, con suficiente normalidad, hasta que algunos “iluminados” (con o sin comillas), se les ocurrió abrir un puesto para repartir el agua, maravillosamente saludable, de este imponente Rio…
Fue evolucionando esta Historia, surgieron más lugares donde repartían el agua de esta inagotable Fuente de Vida, hubo diversas marcas, variadas ofertas, multitud de slogan, innumerables justificaciones de superioridad…
Buena parte de la multitud sedienta, acudía a los que consideraba suministradores legítimos de este fantástico Manantial, que portaba agua milagrosa; esto originó conflictos pero el status con multitud de fuentes salvadoras, se mantuvo por siglos…
Claro, mantener este formidable juego de Focos, tan importantes para la Plenitud vital de la Humanidad, originó muchos problemas, peleas, implicaciones, incluso guerras…
Bueno, algunos lugareños, que hacían colas interminables para conseguir este maravilloso líquido vital, en algún momento miraron por sus entornos, entonces vieron fluir a cierta distancia, en cualquier caso accesible, el enorme caudal del Rio.
Algunos se acercaron directamente, inicial temor y respeto, llenaron sus cuencos de esta deliciosa agua y se retiraron a sus moradas, habían encontrado la Piedra Filosofal.
Una buena proporción de buscadores, seguirían en las innumerables colas, multitud de ofertantes, esperando llenar sus cuencos con el agua oficial, aparente – o realmente – verdadera, desde el correspondiente suministrador de confianza…
Esta historia no tiene final, el Rio prosigue su incansable fluir, el agua resulta esencial para la vida y el Rio, del que desconocemos su nacimiento y desembocadura, permanece tras un fantástico Misterio…
Me resulta particularmente reconfortante recorrer este panorama, que me lleva a una visión lúcida y llena de esperanza, aunque rodeada de Misterios…; se precisa siempre un trasfondo de Fe, para acomodarse a este modelo, siempre indemostrable.
Cuando aceptas este marco, todo puede ser aceptable y, más allá de la desembocadura, podría aparecer un Horizonte esperanzador, siempre y cuando aceptemos convivir con nuestros límites existenciales disponibles…